Del ciego
Allende desto, tenía otras mil formas y maneras para sacar el dinero. Decía
saber oraciones para muchos y diversos efectos: para mujeres que no parían,
para las que estaban de parto, para las que eran malcasadas, que sus maridos
las quisiesen bien. Echaba pronósticos a las preñadas; si traía hijo o hija.
PICARESCA
“Agora quiero yo usar contigo de una liberalidad, y es que ambos comamos
este racimo de uvas, y que hayas del tanta parte como yo. Partirlo hemos
desta manera: tú picarás una vez y yo otra; con tal que me prometas no
tomar cada vez más de una uva. Yo haré lo mismo hasta que lo acabemos,
y de esta suerte no habrá engaño.”
Hecho así el concierto, comenzamos; mas luego al segundo lance; el traidor
mudó de proposito y comenzó a tomar de dos en dos, considerando que
yo debría hacer lo mismo. Como vi que él quebraba la postura, no me contenté
ir a la par con él, mas aún pasaba adelante: dos a dos, y tres a tres, y
como podía las comía. Acabado el racimo, estuvo un poco con el escobajo
en la mano y meneando la cabeza dijo:
“Lázaro, engañado me has. Juraré yo a Dios que has tú comido las uvas tres
a tres.”
“No comí -dije yo- mas ¿por que sospecháis eso?”
Respondió el sagacísimo ciego:
“¿Sabes en qué veo que las comiste tres a tres? En que comía yo dos a dos
y callabas.”
A lo cual yo no respondí. Yendo que íbamos así por debajo de unos soportales,
en Escalona, adonde a la sazón estabámos en casa de un zapatero, había muchas
sogas y otras cosas que de esparto se hacen, y parte dellas dieron a mi amo en
la cabeza. El cual, alzando la mano, tocó en ellas, y viendo lo que era díjome:
“Anda presto, mochacho; salgamos de entre tan mal manjar, que ahoga sin
comerlo.”
El Lazarillo de Tormes Anónimo
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